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jueves, 25 de octubre de 2012

Juana La Loca y la esquizofrenia

Juana nació en 1479, hija mujer de los famosos Reyes Católicos y se llamó así en honor a la madre de Don Fernando, su padre. Fue una niña solitaria, excelente en su educación que hablaba latín y francés con fluidez, poco propensa a las reuniones sociales y dadas a pasar días enteros sin querer contactar a nadie de la corte castellana. No sería aventurado ver en estas conductas rasgos de personalidad esquizotípica. A los dieciséis años es casada con el archiduque Felipe de Austria, Poco tiempo después de su boda y luego de aparecer los primeros síntomas de su enfermedad manifestados en una conducta recelosa, desconfiada y persecutoria ,se produce, según refieren sus historiadores  un desflecamiento de su personalidad,  con una conducta insípida y absurda como no pagar durante meses los sueldos a sus servidores, un desinterés progresivo de sus deberes y perdida de la resonancia afectiva para una serie de situaciones, que se acentúan con su primer embarazo, convirtiéndose en embotamiento emocional. Tanto las ideas celotípicas como este ánimo especial encajan en el cuadro clínico que se estaba gestando: psicosis esquizofrénica tipo paranoide. Los médicos de la corte, Soto y Gutierrez de Toledo, refieren que pocos años más tarde Doña Juana pasaba noches enteras en vela, deambulando y con soliloquios (también típicos de esta enfermedad), sin comer ni asearse ni ver a sus hijos y luego entraba en periodos de arrebatos de ira por los celos hacia su esposo que la llevaban a conductas irracionales. Llegó a prohibir que subieran damas a un barco que la trasladaba a España con su marido y como éstas lo hacían de todos modos, encerraba a su marido para que no lo miraran.
En el momento en que Isabel, víctima de un cáncer uterino debe decidir  sucesor al trono de España y sus Colonias, sus consejeros  le advierten que su hija no está en “capacidad de ejercer en persona su función”, por lo cual debía tener la regencia su padre Fernando. En junio de 1506, ya muerta la Reina Católica, Fernando y Felipe firman el tratado de Villafáfila, que contiene el siguiente párrafo  “Conviene a saber cómo la Serenísima Reina, nuestra mujer, en ninguna manera se quiere ocupar ni entender en ningún género de regimiento, ni gobernación, ni otra cosa; y que aunque lo quisera hacer, sería total destrucción y perdimiento de estos reinos, según sus enfermedades y pasiones”.  Es en esto donde se basan algunos historiadores románticos para decir que la locura de Juana era un ardid político para sacarle el poder y que su única locura eran los celos reales provocados por un hombre infiel.
En una nueva faceta de su delirio decide vestirse de negro de ahí en más y forrar todas las paredes de su estancia de negro por un luto imaginario (el negro como luto fue iniciado por su madre para reemplazar al blanco que era el color de luto tradicional) Durante este periodo fallece realmente su amado esposo, al cual cuida con esmero en su enfermedad pero por el cual no derrama una sola lágrima. Sin embargo, hace abrir sin causa justificada su tumba en dos oportunidades.
La enfermedad de Juana avanza y sus allegados deciden encerrarla en la torre de Tordesillas en 1509. Allí permanece hasta su muerte en 1555, casi cuarenta y siete años, prácticamente aislada.

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